Laporta, un talismán impotente en París

Cuando Julio César emprendió la conquista de las Galias, los parisii , una tribu celta afincada en una islita sobre el Sena, se sumaron al conquistador sin mucho problema. El nombre se lo puso el general romano y quiere decir los del caldero, pario en latín. No consta para qué usaban el dichoso caldero pero parece que los primeros parisinos vivían de lo que viven mucho tiempo después gran parte de sus descendientes, cobrar al que está de paso. Entonces, el peaje por vadear el rio por los dos puentes que conectaban las orillas con su isla fangosa, que eso quiere decir Lutecia. Hoy, al turista.

Unos años después, el cónsul Julio César acuñó una expresión de las que piden mármol: Veni, vidi, vici. Llegué, vi y vencí. Hablaba en el Senado de otra de sus campañas victoriosas. Fulgurantes, implacables.

Joan Laporta llegó el domingo por la noche a la presidencia del FC Barcelona; el lunes, pasó revista a campos y jerarquías guiado por el centurión de la primera legión, Koeman, y el martes se subió al avión de la expedición blaugrana. Rumbo a las Galias. Para dar ánimos a sus legionarios, los fue saludando uno a uno. Un apretón de manos, otro, luego otro… Cuando llegó el turno del general Messi, le distinguió con un abrazo. En la moderna tablilla llamada Twitter escribió: «Rumbo a París. Nuestros jugadores tienen todo nuestro apoyo. Nos tienen a todas y todos a su lado. Toda la fuerza y confianza, equipo!» Cuatro todos en una veintena de palabras de nada.

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